18.4.10

El tan temido mal de amores



“Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
La niña de Guatemala,
la que se murió de amor.”
José Marti. La niña de Guatemala.
Según cuentan los entendidos, este poema se basa en una historia verídica que sucedió en Guatemala a mediados del siglo XIX, algunos incluso afirman que el mismo José Martí, poeta cubano revolucionario y autor de este trágico texto, estuvo involucrado con aquel suceso sobre “amor, locura y muerte”.
Pero Martí no ha sido el único que ha escrito acerca de historias de amores no correspondidos, sobre personas valoradas como objetos de amores terriblemente idealizados. Numerosos personajes de la literatura han transitado en este mundo con penas de amores y finales desgraciados y es así que ha llegado a nuestros días los ecos de la desdichada Ofelia, de Hamlet; las desilusiones de las insufribles heroínas de Jane Austen (aunque yo si las tuve que sufrir en literatura europea durante mis años de profesorado) y parece que ni el comiquísimo Don Quijote de Cervantes se ha salvado tan afamado síndrome del corazón roto, a saber por su complicada relación con su doncella, “la belleza sin par” de Dulcinea del Toboso. Y es que el mal de amores transciende la literatura y lo encontramos en la historia humana muy a menudo, después de todo la literatura solo es un medio para conocer el fondo que ocultan las almas timoratas. Más aún todavía, se sabe en este siglo de sucesos casi inverosímiles pero totalmente auténticos ocasionados por este mal; tal es el caso de John Hinckley que atentó contra la vida del Presidente Ronald Reagan en los ochenta para llamar la atención de la actriz norteamericana Jodie Foster, quien lo había obsesionado desde su trabajo en la polémica Taxi Driver. O también se debería citar el ataque sufrido por Laura Black de Richard Farley que tuvo un saldo de varios muertos, en esa misma década, debido al continuo rechazo que esta le ponderaba. Casos de amores no correspondidos llevados al extremo.
Sin embargo el pronóstico del mal de amores nunca fue bueno; durante la Edad Media los sabios de entonces acreditaban vehementemente que de no curarse el enfermo de este mal, debía ser dejado librado a su locura hasta que falleciese. Se creía que este padecimiento al que se llamaba Hereos afectaba más a los hombres que a las hembras y en especial siempre se trataba de hombres ricos -porque los hombres pobres y las mujeres no tenían sentimientos ni sensibilidad como el resto de los mortales a quienes si se consideraba como gente-.
Volviendo a la época actual, nuestros sabios contemporáneos, los médicos psiquiatras, destacan recientes estudios sobre el problema y lo vinculan a trastornos mentales. Una nueva pandemia ha ebullicionado al mundo entero, más común entre los 18 y 44 años, se afirma que afecta al 15% de la población y seguirá en aumento, se habla aquí de la depresión, la cual incluye en sus diversas tipologías al tan temido mal de amores. Es precisamente que hoy en día se puede develar las causas que aquejan al enfermo:
El enamoramiento desencadena un estado hormonal y psicológico, supone toda una revolución interna dentro de su organismo. Se fija la imagen de esa persona-objeto como un ser idealizado, desprendido de toda ineptitud y el simple hecho de ver a tal sujeto u oír su nombre hace que en el individuo se dispare todas sus endorfinas que le causan sensaciones placenteras, y se le acelere el pulso, se le enrojezcan las mejillas, etc., a saber síntomas adjuntos que remarcan esas sensaciones. Obviamente se buscará la correspondencia pero al no concretarse esa originará un trauma que transformará a este obsesivo en un depresivo con episodios de autoflagelación sea psicológica o inclusive física. No solo este problema es el que genera depresión en el individuo, se pueden encontrar otros factores que inciden en ella que lo hacen más propenso a sufrirla todavía: ciertas enfermedades como cardiopatías, desordenes mentales, el medio ambiente, la genética y otros traumas que vivió en su primera infancia -por ejemplo rechazo de uno de los progenitores lo que ocasionó que luego el enfermo en su vida adulta trate de sustuir ese lugar vacio con otras personas-.
Generalmente se asocia esta clase de depresión a los adolescentes siendo que la misma no conoce edades sin embargo es mayormente frecuente en la franja citada como el resto de las otras depresiones.
Esta clase de depresión es ocasional, a diferencia de otras más persistentes, dura por un tiempo y no es común enferme a la persona por años y años. No obstante ha habido casos llevados al extremo como ya se sabe que se ligan a la locura: la historia del que se enferma a propósito, del que se deja morir, del que se mata, del que en un ataque de furia mata a otros a veces para llamar la atención, otras veces a modo de venganza porque piensa que le son los que le quitaron el objeto de sus amores o esta el que vuelve a repetir la misma situación en sus próximas relaciones.
No es difícil reconocer cuando una persona está deprimida: puede mostrar tristeza la mayor parte del tiempo, falta de energía y sensación de cansancio permanente, incapacidad para sentir placer, desinterés por las relaciones sociales, irritabilidad, ansiedad, falta de concentración, variaciones en su peso (engorda o adelgaza considerablemente), tiene falta de sueño o una facilidad para dormirse increíble, carga con sentimientos de culpa, se siente inútil para los demás, no se preocupa por su aspecto físico o por su futuro o por las actividades que cotidianamente realizaba, presenta quejas constantemente, es pesimista – bien puede llegar a creer que ya no habrá otra persona tan importante como esa en su vida que no es capaz de conseguir una pareja- y hasta ideas de suicidio “el mundo se acabó para él o ella” (en casos extremos).
A diferencia de antiguas creencias, la depresión ocasional se puede superar y no es necesario recurrir a un tratamiento farmacológico siempre y cuando no existan otro tipo de trastornos que agraven el cuadro. Para eso es de vital importancia que el enfermo se reintegre a la sociedad, a sus círculos más cercanos y no este enteramente desafectado a ellos. Es necesario considerar que todo trauma sea el causante de la depresión o de una fobia puede sanarse por medio del contacto social, del apoyo de la familia y de los amigos y muy principalmente sobre todo en el caso de tratarse de personas solas, con la creencias que uno tiene, la Fe religiosa, puesto que hay cuestiones que uno por si mismo no las puede resolver, son cosas que escapan de nuestras manos y por eso hay que dejarlas libradas a aquel si le creemos capaz de todo bien. Es importante que el hombre crea, eso le da connotación a su historia, una persona con Fe resuelve mejor sus problemas que una que no cree en nada porque la primera siempre tiene abierta la posibilidad de una esperanza y sería criminal el robársela. La esperanza es lo que pone optimismo en la vida de los hombres no obstante los hombres también deben aprender a valorarse a si mismos y a no involucrarse con en “relaciones venenosas” con otros individuos ya que después se ven los problemas que tratamos y en eso radica la dificultad de aceptar lo que no se puede cambiar, la falta de resignación que junto con la depresión también es otra pandemia moderna.
Sería bueno que en el futuro se trabaje para involucrar a la gente con estos temas no solo para tratarlos sino para prevenirlos, he visto mucho desarrollo en la parte de tratamiento de los enfermos pero no para prevención misma que puede ayudar a la gente a afrontar mejor esas situaciones llegado el momento.